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La infidelidad

ExPloSioon Sttaar sábado, 4 de diciembre de 2010 ,
La fidelidad es una virtud, una cualidad. También es un deseo y un anhelo.
Asociamos la fidelidad a la vida en pareja, considerándola una de las cualidades esenciales de ella. Entendiéndola como un compromiso de exclusividad sexual recíproca.
No obstante, la fidelidad es una virtud o cualidad que se aplica a muchos otros ámbitos. Si miramos el diccionario, se define la fidelidad como la “exactitud para cumplir con sus compromisos”. En esta primera acepción incluímos el compromiso de fidelidad en la exclusividad de la intimidad sexual. Pero, desde ya, observamos que podemos ser fieles o infieles en todos los ámbitos de la vida que incluyan compromisos con otros. Esto significa que podemos ser fieles o infieles en casi toda nuestra vida, puesto que la vida social se funda en la realización de compromisos o promesas entre las personas. Fieles a los compromisos establecidos con el colegio de nuestros hijos, fieles a los compromisos tácitos o explícitos establecidos con los miembros de nuestras familias, fieles a los compromisos establecidos con nuestros estudios o trabajos, con nuestros amigos y sociedades, clubes, centros, y todo de tipo de asociaciones y relaciones.
También, el diccionario agrega sobre la fidelidad otra acepción: “constancia en el cariño”. En esta dimensión, se califica de fiel a aquel que permanece vinculado en el afecto. De ejemplo, un perro, un amigo, un hermano, el mismo Dios, que a pesar de los avatares de la vida son constantes en el cariño que entregan. Y en esto, asimismo, podemos ser fieles o infieles, y cuidar y sostener nuestras relaciones afectivas en el tiempo, a pesar de las distancias y vicisitudes.
Por último, aparece en el diccionario la dimensión de la fidelidad como exactitud y calidad en la reproducción de algo. Por ejemplo, un sonido, que se reproduce a través de un aparato con fidelidad. ¿Fidelidad a qué? Al sonido original. Exactitud de un relato donde la fidelidad se refiere a los hechos que se relatan. Es fiel entonces un aparato que reproduce con la misma calidad un sonido original, y es fiel un relato que refiere los hechos tal como ocurrieron o fueron contados anteriormente.
Son interesantes estas acepciones sobre la fidelidad, porque iluminan un aspecto primario que hace posible y dota de sentido el tema de la fidelidad en la pareja. Se trata de ser también fieles a sí mismos. Me explico: en una pareja, a lo largo del tiempo, se producen movimientos o dinámicas de lejanía y cercanía, afinidades y distancias, encuentros y conflictos. Dos personas diferentes tienen que sentirse en ocasiones más cerca y en otras, más lejos. En todos los ámbitos. Desde estar físicamente más cerca o más lejos, hasta tener las mismas ideas, gustos, intereses, o ideas, intereses, y gustos diferentes. Es normal que así sea. Sin embargo, no siempre es fácil que esto ocurra. Por diversas razones que tienen que ver con la historia de cada uno, tememos muchas veces expresar nuestras diferencias. Tememos la lejanía que eso pueda provocar, y no hemos aprendido a permanecer cerca y sentirnos cercanos con las diferencias que tenemos. Así, un desafío importante que toda pareja tiene es el de poder incorporar tanto lo común y compartido como lo diferente y personal. O para pensarlo de otro modo, es un trabajo o desafío, y también una oportunidad, el poder permanecer fiel sin obligar al otro a pensar, sentir y desear lo mismo que yo.
Es también un desafío ser fiel a sí mismo y expresar lo que efectivamente deseo, siento o quiero. Como el aparato de sonido, que es fiel si reproduce el sonido original, estamos llamados a crecer en fidelidad personal, esa que nos permite reproducir, expresar, mostrar al otro lo que en realidad sucede en nuestro interior.
Y muchas veces esto nos cuesta. El temor al conflicto, por ejemplo, nos hace reproducir con poca fidelidad nuestros deseos y emociones cuando tememos que al otro no le van a gustar. El deseo de no romper la cercanía nos hace reproducir con poca fidelidad nuestros gustos personales cuando eso significaría resolverlos solos. Y así, de múltiples maneras sutiles vamos siendo poco fieles, pocos fieles a lo que de verdad ocurre en nuestro interior, a lo que de verdad queremos o somos.
Muchas veces, tras historias de infidelidad conyugal, se encuentran largos períodos en que uno o ambos miembros de la pareja estaban siendo muy infieles a sí mismos. Tiempos prolongados en que sólo uno cede en todo, “para no discutir”. O en que uno calla todos sus deseos “para no hacer problemas”. O en que uno se siente totalmente anestesiado respecto de la dirección y sentido de su vida “porque el otro lo tiene tan claro”. Períodos que se viven como una dejación gradual de sí mismos, de lo que late, brilla, palpita y crece en el interior de cada uno.
Muchas veces, quien ha sido víctima de una infidelidad siente que con esto “ha despertado”. Doloroso despertar. Con una situación que quiebra esa aparente comunidad que se había construido a costa de la expresión verdadera y fiel de uno o de los dos miembros de la pareja.
Por eso, las infidelidades pueden ser perdonadas y superadas. Cuando es posible comprenderlas y ambos aceptan qué parte de la responsabilidad tuvieron y se comprometen nuevamente. Compromiso que debe incluir el de ser fieles a sí mismos, comenzando el proceso de conocer y expresar con la mayor calidad y exactitud aquello que ocurre al interior de cada uno.

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