Una de las formas más íntimas de relacionarse interpersonalmente entre los seres humanos, es la pareja. Ésta constituye la representación mental aprendida que se ha hecho un individuo con respecto a las personas que le rodean y en particular con respecto a su pareja.
La relación de pareja está básicamente determinada por los elementos que se encuentran dentro de cada persona, como son:
- Sus características de personalidad,
- Los esquemas con relación a la pareja y,
- Las formas aprendidas de interacción y comportamiento con la pareja.
¿Por qué compartir y convivir en pareja?
La interacción que establecen los miembros de una relación se basa en la satisfacción de necesidades individuales, que se generan de las expectativas y creencias que ha aprendido la persona de lo que es una relación de pareja.
Estas expectativas son aprendidas en las primeras etapas de la vida, en las cuales, se moldean las aspiraciones, creencias y actitudes típicas de las parejas más cercanas. Las expectativas de una persona también se basan en los aprendizajes acerca de sí mismo y a las propias necesidades; al mundo con sus satisfacciones y amenazas; y, en relación a los otros con su capacidad de apoyo y demandas.
La pareja sana
La pareja sana es capaz de manejar diversos aspectos importantes, como son:
- La inclusión,
- El compromiso con el ser amado,
- La capacidad de involucrarse con la otra persona,
- La independencia que implica el reconocimiento de la autonomía,
- La integridad propia y,
- Las características personales.
Las personas que establecen una pareja sana, sobre bases funcionales son capaces de compartir sus características personales, tiempo, etc., sin perder su propia identidad.
Las personas pueden lograr un amor maduro, es decir, aquel en el cual se produce una fusión en un solo ser, pero se siguen siendo dos personas, cuando han tenido un desarrollo y expresión de la personalidad propia.
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